En la Formación Profesional —y especialmente en los ciclos sanitarios— hay algo que nunca sobra: estructura.
Y no, no hablamos de rigidez. Hablamos de orden, de seguimiento, de coherencia.
Por eso hoy quiero compartir contigo un recurso esencial que acompaña mi día a día como docente: el cuaderno del profesor.

El cuaderno del profesor no es un simple documento para apuntar calificaciones o fechas de entrega. Es, o debería ser, un instrumento de trabajo real, un apoyo diario para planificar, observar, tomar decisiones y, sobre todo, monitorizar de forma honesta y constante la evolución del alumnado.

Este cuaderno no responde a una moda ni a una estética. Responde a una necesidad: ordenar el caos aparente del aula, especialmente en ciclos donde la carga práctica, los contextos clínicos simulados y las dinámicas grupales requieren de atención constante y mirada pedagógica afinada.

Hoy comparto contigo un modelo de cuaderno que nace de la práctica y de la colaboración real entre docentes. Y lo hago con especial cariño porque no lo he construido sola. Este recurso existe gracias a la grandísima colaboración de mi compañera y amiga Genoveva López, a quien agradezco profundamente su generosidad, su experiencia y su forma de entender la docencia desde el rigor, el cuidado y el compromiso con lo que importa.

Excels así hacen el camino más sencillo…

Este cuaderno pretende ser una ayuda. Un punto de partida. Un recurso que puede facilitar la vida a quienes están empezando en la FP o a quienes, tras varios cursos, sienten que necesitan reorganizar su manera de recoger y gestionar la información diaria del aula. No tiene la pretensión de ser el único modelo posible, ni mucho menos el mejor. Pero sí ha sido diseñado con lógica, con intención y con mucho respeto por el trabajo docente.

En él encontrarás apartados que te permitirán registrar los datos esenciales de tu grupo, planificar a medio plazo, anotar observaciones individuales, organizar las evaluaciones de forma clara y flexible, y, por supuesto, contar con espacios para la reflexión docente, esa que tantas veces dejamos para el final… o directamente fuera.

Espero que este recurso te sea útil. Que lo adaptes a tu manera de enseñar, que lo hagas tuyo. Y, sobre todo, que lo trates con mimo. Porque si algo aprendemos quienes nos dedicamos a esto, es que las herramientas pueden ser valiosas… pero lo verdaderamente transformador es cómo las usamos y con qué intención.

Si decides usarlo, que sea como lo que es: una ayuda, no una carga.
Y si decides no hacerlo, que al menos te inspire a construir tu propio sistema con criterio.

Porque educar también es saber organizarse. Y acompañar bien empieza por mirar con atención.

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